Wolfgang Amadeus Mozart es, sin duda, uno de los compositores más
influyentes de la historia de la música muy a pesar de su corta vida y
malograda carrera. Su muerte, de hecho, constituye todo un enigma en
torno al cual se han dado cita, en los últimos doscientos años, todo
tipo de especulaciones.
Decididos a acabar con ellas, la Universidad de Maryland, que organiza
anualmente una conferencia dedicada a esclarecer casos médicos
históricos no resueltos, invitó en julio de 2001 a un grupo de
científicos que creía haber resuelto el misterio. Su portavoz, la
doctora Faith T. Fitzgerald, médico internista de la Universidad de
California, aseguró que la causa más probable de la muerte de Mozart era
la fiebre reumática, una enfermedad que aparece durante la recuperación
de una infección, generalmente de garganta, producida por estreptococos
y muy extendida en la época que le tocó vivir. Por fortuna hoy, gracias
a los antibióticos, esta enfermedad casi ha desaparecido, aunque
continúa siendo una amenaza en los países subdesarrollados. La doctora
Fitzgerald llegó a esta conclusión después de analizar cuidadosamente
los documentos escritos por la familia de Mozart y por sus médicos hace
más de dos siglos.
La hipótesis de Fitzgerald es la más aceptada por la comunidad científica, aunque no la única. Cabe sumarla a la larga lista de enfermedades y conspiraciones que abarcan desde el fallo renal, una enfermedad del hígado o las fiebres tifoideas, y que culminan en la tesis del envenenamiento.
En efecto, una de las hipótesis más inquietante apunta a que Mozart pudo ser asesinado tras haber revelado claves masónicas en su ópera La flauta mágica.
Mozart y las logias
La masonería influyó en la obra de Mozart de forma notable. Además de La flauta mágica, otras siete composiciones guardan relación directa con esta sociedad. Cabe destacar entre ellas Die Gesellenreise, la Apertura y cierre de la logia o la cantata Maurerfreude, que compuso para saludar con honores al gran maestro Ignaz von Born de la sociedad Zur Gerkronten Hoffnung, donde su padre había ingresado en 1785. La mayor parte de estas composiciones fueron creadas para celebrar la apertura de una nueva logia o con motivo de algún funeral masónico. De hecho, el especialista británico Robert G. Davis menciona en su libro Mozart y su música masónica que el célebre compositor improvisaba piezas en su sociedad hasta el amanecer.
Cabe señalar que su aproximación al Gran Arquitecto del Universo nació a muy temprana edad. Con sólo once años Mozart puso música a un poema de los masones, An die Fraude, y la envió como obsequio al doctor Joseph Wolf, que le había curado de la viruela. A los 16, compuso un aria inspirado por las frases del himno ritual O reiliges Band y a los 17, fue elegido por Gebler para componer la música incidental del drama de los masones Thamos Konig im Aegypten (K. 345), que revisaría el mismo Mozart en 1779.
Pero es que, además, Wolfgang Amadeus fue propuesto como candidato a la Logia vienesa Zur Wohltätigkeit (La Beneficencia) el 5 de diciembre de 1784 y nueve días más tarde era recibido allí como Aprendiz Aceptado. Se sabe que en muy poco tiempo visitó la más importante de las logias austriacas, la llamada Zur wahern Eintracht (La Verdadera Concordia), cuyo Gran Maestro era el famoso científico Ignaz von Born.
En los ritos masónicos la música juega un rol fundamental. Es entendida como una de las siete artes que proporcionan el equilibrio. En las jerarquías de estas sociedades, el aprendiz la estudia, el compañero la interpreta y el maestro la idealiza cómo axioma imperecedero, esto es: deriva de ella un valor universal valedero para todos los hombres y en todos los tiempos. También posee un papel funcional. Los desplazamientos de un espacio a otro, por ejemplo, se acompañan de música y también se halla presente como ambiente en la logia. En acontecimientos especiales como funerales o nuevas investiduras es casi indispensable. Las composiciones masónicas de Mozart guardan una estrecha relación con los conocimientos de esta sociedad secreta, especialmente en su rítmica, lo que se conoce como «baterías» masónicas. Se trata de un rito consistente en dar un cierto número de golpes con un determinado ritmo que varía según los grados y que funciona como «puente» hacia altos estados de comciencia. Pues bien, La Flauta mágica, por ejemplo, presenta tres acordes sucesivos: tres acordes mayores en la obertura, tres hadas y tres niños que conducen al protagonista por el bosque, tres instrumentos mágicos, tres pruebas, tres cualidades del protagonista, tres templos… Según la interpretación del catedrático de historia de la Música de la Sorbona, Jacques Chailley, La Flauta mágica profundiza también en otros aspectos, como la ceremonia de iniciación de los hermanos sirvientes en la Orden de la Estricta Observancia Templaria, obediencia masónica a la que pertenecían las logias vienesas de la época, e incluye una «batería» masónica propia de las Cámaras de Adopción de la masonería femenina.
La extraña muerte de Mozart
Ya vemos, pues, como a pesar de ser considerada inicialmente como ópera «pseudobufa» que había de servir como entretenimiento para el vulgo de los arrabales de Viena, La Flauta Mágica es toda una cosmografía de símbolos masónicos que, naturalmente, no pasan desapercibidos a los conocedores de esta iconografía. Al parecer, muchos masones contemporáneos de Mozart no estaban de acuerdo con que tales conocimientos trascendieran fuera de la logia y esto le proporcionó poderosas enemistades. Por otro lado, Mozart era un claro representante del mundo germánico hacia el que la mayoría de los miembros de su logia, católicos y judíos, sentían una gran animadversión. ¿Pudo, entonces, ser asesinado por alguno de ellos?
Posible envenenamiento
Semanas antes de su muerte el compositor confesó a su esposa Constanza su temor a estar siendo envenenado. Mozart comenzó a sentirse muy mal, presentando fiebre altísima, dolores de cabeza, prurito, y dolor e hinchazón de brazos y piernas. Niemtschek, su gran amigo checo, asegura que tomaba medicinas incesantemente y su aspecto no presagiaba nada bueno. Pese a todo, el 15 de noviembre de aquel año dirigió la cantata Elogio de la amistad K 623 en la reunión de la logia masónica a la que pertenecía. El 4 de diciembre, Mozart recibió en casa a algunos amigos de la compañía teatral de Shikaneder, pidiéndoles desde el lecho que cantaran con él el Lachrymosa de su Réquiem. A poco de iniciarse el canto, rompió en sollozos. Era su despedida de la música. A la una de la madrugada del que ya era día 5 de diciembre, con sólo 35 años de edad, el mayor genio de la música dejaba de existir. Sus médicos sólo dieron una causa imprecisa de la muerte: «severa fiebre miliar» y no se le practicó autopsia alguna.
Fue enterrado al día siguiente en una fosa común del cementerio de St. Marx, dentro de en sencillo ataud de pino, sin cruz, algo insólito para un afamado compositor. Como sorprendente resulta que al sepelio no asistiera prácticamente nadie; el conde Deym y Van Swieten se limitaron a expresar sus condolencias. Llegó a faltar hasta su propia esposa. El funeral fue oficiado poco antes en la catedral de San Esteban, donde otro masón, el maestro Antonio Salieri, dirigió la música fúnebre. Y esto último no deja de ser irónico puesto que corría en Viena el rumor de que fue este influyente compositor quien le había envenenado, a pesar de que él siempre lo desmintió.
La hipótesis de Fitzgerald es la más aceptada por la comunidad científica, aunque no la única. Cabe sumarla a la larga lista de enfermedades y conspiraciones que abarcan desde el fallo renal, una enfermedad del hígado o las fiebres tifoideas, y que culminan en la tesis del envenenamiento.
En efecto, una de las hipótesis más inquietante apunta a que Mozart pudo ser asesinado tras haber revelado claves masónicas en su ópera La flauta mágica.
Mozart y las logias
La masonería influyó en la obra de Mozart de forma notable. Además de La flauta mágica, otras siete composiciones guardan relación directa con esta sociedad. Cabe destacar entre ellas Die Gesellenreise, la Apertura y cierre de la logia o la cantata Maurerfreude, que compuso para saludar con honores al gran maestro Ignaz von Born de la sociedad Zur Gerkronten Hoffnung, donde su padre había ingresado en 1785. La mayor parte de estas composiciones fueron creadas para celebrar la apertura de una nueva logia o con motivo de algún funeral masónico. De hecho, el especialista británico Robert G. Davis menciona en su libro Mozart y su música masónica que el célebre compositor improvisaba piezas en su sociedad hasta el amanecer.
Cabe señalar que su aproximación al Gran Arquitecto del Universo nació a muy temprana edad. Con sólo once años Mozart puso música a un poema de los masones, An die Fraude, y la envió como obsequio al doctor Joseph Wolf, que le había curado de la viruela. A los 16, compuso un aria inspirado por las frases del himno ritual O reiliges Band y a los 17, fue elegido por Gebler para componer la música incidental del drama de los masones Thamos Konig im Aegypten (K. 345), que revisaría el mismo Mozart en 1779.
Pero es que, además, Wolfgang Amadeus fue propuesto como candidato a la Logia vienesa Zur Wohltätigkeit (La Beneficencia) el 5 de diciembre de 1784 y nueve días más tarde era recibido allí como Aprendiz Aceptado. Se sabe que en muy poco tiempo visitó la más importante de las logias austriacas, la llamada Zur wahern Eintracht (La Verdadera Concordia), cuyo Gran Maestro era el famoso científico Ignaz von Born.
En los ritos masónicos la música juega un rol fundamental. Es entendida como una de las siete artes que proporcionan el equilibrio. En las jerarquías de estas sociedades, el aprendiz la estudia, el compañero la interpreta y el maestro la idealiza cómo axioma imperecedero, esto es: deriva de ella un valor universal valedero para todos los hombres y en todos los tiempos. También posee un papel funcional. Los desplazamientos de un espacio a otro, por ejemplo, se acompañan de música y también se halla presente como ambiente en la logia. En acontecimientos especiales como funerales o nuevas investiduras es casi indispensable. Las composiciones masónicas de Mozart guardan una estrecha relación con los conocimientos de esta sociedad secreta, especialmente en su rítmica, lo que se conoce como «baterías» masónicas. Se trata de un rito consistente en dar un cierto número de golpes con un determinado ritmo que varía según los grados y que funciona como «puente» hacia altos estados de comciencia. Pues bien, La Flauta mágica, por ejemplo, presenta tres acordes sucesivos: tres acordes mayores en la obertura, tres hadas y tres niños que conducen al protagonista por el bosque, tres instrumentos mágicos, tres pruebas, tres cualidades del protagonista, tres templos… Según la interpretación del catedrático de historia de la Música de la Sorbona, Jacques Chailley, La Flauta mágica profundiza también en otros aspectos, como la ceremonia de iniciación de los hermanos sirvientes en la Orden de la Estricta Observancia Templaria, obediencia masónica a la que pertenecían las logias vienesas de la época, e incluye una «batería» masónica propia de las Cámaras de Adopción de la masonería femenina.
La extraña muerte de Mozart
Ya vemos, pues, como a pesar de ser considerada inicialmente como ópera «pseudobufa» que había de servir como entretenimiento para el vulgo de los arrabales de Viena, La Flauta Mágica es toda una cosmografía de símbolos masónicos que, naturalmente, no pasan desapercibidos a los conocedores de esta iconografía. Al parecer, muchos masones contemporáneos de Mozart no estaban de acuerdo con que tales conocimientos trascendieran fuera de la logia y esto le proporcionó poderosas enemistades. Por otro lado, Mozart era un claro representante del mundo germánico hacia el que la mayoría de los miembros de su logia, católicos y judíos, sentían una gran animadversión. ¿Pudo, entonces, ser asesinado por alguno de ellos?
Posible envenenamiento
Semanas antes de su muerte el compositor confesó a su esposa Constanza su temor a estar siendo envenenado. Mozart comenzó a sentirse muy mal, presentando fiebre altísima, dolores de cabeza, prurito, y dolor e hinchazón de brazos y piernas. Niemtschek, su gran amigo checo, asegura que tomaba medicinas incesantemente y su aspecto no presagiaba nada bueno. Pese a todo, el 15 de noviembre de aquel año dirigió la cantata Elogio de la amistad K 623 en la reunión de la logia masónica a la que pertenecía. El 4 de diciembre, Mozart recibió en casa a algunos amigos de la compañía teatral de Shikaneder, pidiéndoles desde el lecho que cantaran con él el Lachrymosa de su Réquiem. A poco de iniciarse el canto, rompió en sollozos. Era su despedida de la música. A la una de la madrugada del que ya era día 5 de diciembre, con sólo 35 años de edad, el mayor genio de la música dejaba de existir. Sus médicos sólo dieron una causa imprecisa de la muerte: «severa fiebre miliar» y no se le practicó autopsia alguna.
Fue enterrado al día siguiente en una fosa común del cementerio de St. Marx, dentro de en sencillo ataud de pino, sin cruz, algo insólito para un afamado compositor. Como sorprendente resulta que al sepelio no asistiera prácticamente nadie; el conde Deym y Van Swieten se limitaron a expresar sus condolencias. Llegó a faltar hasta su propia esposa. El funeral fue oficiado poco antes en la catedral de San Esteban, donde otro masón, el maestro Antonio Salieri, dirigió la música fúnebre. Y esto último no deja de ser irónico puesto que corría en Viena el rumor de que fue este influyente compositor quien le había envenenado, a pesar de que él siempre lo desmintió.
¿No es extraño que alguien capaz de llenar a diario un teatro en Viena, de ser homenajeado a menudo en la Sociedad de Amigos de la Música, autor de tantas partituras populares y compositor de la corte imperial, fuera enterrado en una fosa común y prácticamente solo? Esta circunstancia constata que sus hermanos de logia le dieron la espalda… pero, ¿quiénes eran los sospechosos de su asesinato?
Hay por lo menos tres: Franz Hofdemel, un oficial que también formaba parte de la franc-masonería y que se suicidó al día siguiente del fallecimiento de Mozart. Resulta que antes de inmolarse tuvo una fuerte discusión con su esposa, alumna de Mozart para más señas, a la que agredió con una navaja barbera, causándole heridas de cierta importancia. Hofdemel sospechaba que su mujer, Magdalena, mantenía una relación sentimental con el compositor y, al descubrirlo, le habría envenenado.
También se sospechó del reconocido compositor Franz Xaver Süssmayr, un discípulo aventajado de Mozart, al que su esposa le encargaría la terminación del Réquiem (ver recuadro) tras su fallecimiento. Constanza bautizó a su hijo como Franz, lo que disparó los rumores acerca de la verdadera paternidad de Mozart. Si esto fuera así Süssmayr tenía motivos para acabar con el compositor.
Finalmente cabe señalar a Leopoldo II, que acababa de heredar el trono austriaco. El emperador alemán era un enemigo acérrimo de los masones. El éxito de Mozart entre las clases populares le haría temer que propagase ideas peligrosas para el buen gobierno del Imperio Austro-húngaro, por lo que habría encargado a su policía que le «quitase de en medio».
¿Asesino confeso?
Pero la «sorpresa» habría de venir treinta años después de la muerte de Mozart. En el lecho de muerte y con escaso juicio, el célebre compositor Antonio Salieri confesó ser el asesino material del Gran Arquitecto de la Música.
Todo ello tomaría forma mucho después, cuando Pushkin escribió su drama Mozart y Salieri, que Rimsky-Korsakov convertiría en ópera y, en nuestros días, cuando Milos Forman retomó esta leyenda negra y la puso de moda en la película Amadeus.
Estudios recientes sugieren que Mozart fue envenenado con aqua toffana, un veneno que actúa con efecto retardado y cuyos síntomas se ajustan a los padecidos por el compositor durante sus últimas semanas de vida.
Más difícil resulta establecer el móvil. Salieri triunfó totalmente en Viena como autor de óperas. Su reputación era tal que impartió sus enseñanzas a gente como Hummel, Moscheles, Schubert, el pequeño Liszt y sobre todo a Beethoven. Era maestro de capilla de la Corte imperial y fundador de la Gesellschaft der Musikfreunde. La influencia de Salieri en la vida musical vienesa fue enorme y Mozart no escapó a ella. Quienes sugieren por tanto que le asesinó por envidia se equivocan. Sus óperas subieron a los mejores escenarios de Europa, desde Lisboa a Moscú y en París se le reconoció como el verdadero sucesor del caballero Gluck. Por otra parte, Salieri se dedicó, sobre todo, a la ópera y nunca se atrevió a competir con Mozart en el terreno de la música instrumental.
Sólo se explica el asesinato de Mozart desde la conspiración masónica o bien antimasónica, por las sospechas de que éste revelara los secretos del rito de los primeros, o debido al temor del emperador de que las ideas de la sociedad secreta calaran en la sociedad de la época.
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